Alfabetos del cuerpo IV

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cartago.jpg El hombre es un mundo, pero desde la Edad Media sabemos que el mundo mismo es un hombre, específicamente un cuerpo. Lo dirá el fenomenólogo francés Maurice Merleau-Ponty en el siglo XX, al dar sus clases en la ciudad de Chartres.

Casi mil años antes, un monje de esta misma ciudad-universidad, oh casualidad! Bernardo Silvestre, lo había planteado en De mundi universitate sive megacosmus et microcosmus: somos un microcosmos.

Juan de Salisbury, también miembro de la Escuela de Chartres, fue inclusive más allá y planteó que la política es política de los cuerpos.

El cuerpo penetra el mundo y es atravesado por el mundo. Cuerpo del Estado o "el Estado es un cuerpo": para Salisbury cuando un príncipe degenera en tirano, es lícito usar un puñal. Cirugía sin anestesia que le decía Menem.

Pero veamos un poco más del asunto: dice Salisbury que la cabeza representa al príncipe, que sólo se somete a Dios o a sus representantes en la Tierra; el corazón es el Senado; los ojos, las orejas y lengua simbolizan los gobernadores de las provincias; las manos son los oficiales y soldados; las piernas y los pies representan a los campesinos, siempre pegados a la tierra, siempre sucios. Por cierto, la idea de suciedad, de necesidad de higiene, surgirá en esta época.

Siguiendo con Salisbury, los abusos provienen siempre del vientre, hechos de comerciantes y doctores que por su avidez se congestionan, constipan y son, por consiguiente, causa de las innumerables enfermedades que aquejan al cuerpo social y que tarde o temprano acarrean su destrucción y muerte.

bicefalo.jpgQueda más que claro, pero si vamos más allá de la burbuja proxémica convertida en un mundo pequeño, abierto a miles de lazos que lo interrogan, nos encontramos con el cuerpo de la ciudad, sus corporaciones, los organismos públicos y los órganos, los cuerpos fieles y las infectadas tribus urbanas.

Toda una fisiología política, todo un magma imaginario brotando por cada poro de la ciudad.

Ni que hablar del cuerpo de Cristo, de la exaltación que provocaba su desnudez en las feligresas y del horror que dispara en los niños del catecismo.

En fin, todas estas cosas se me fueron disparando en la cabeza, ahora que terminé el libro de Le Goff y enciendo la televisión, donde me encuentro mañana y tarde con el cuerpo de Maradona.

El cuerpo de Maradona internado y expuesto. Antes fue su corazón a punto de explotar, luego su estómago operado, sus lesiones en las piernas, la mano de Dios, la "pelusa" en su cabeza, los labios sobre los de Copola, los hombros haciendo rebotar una pelotita de tenis...

El cuerpo de Maradona, una muestra constante, como el cuerpo de Cristo, de que para hacer algo importante hay que ser talentoso, pero que igualmente vas a morir en el intento.

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