Capital Comunicacional

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juanvila.jpgHace casi 50 años Jane Jacobs escribía que las redes ciudadanas son un "capital social" insustituible.

Estas redes urbanas funcionaban para ella como una reserva socioecológica de las cuales se podía sacar mucho más diseño, salud y seguridad que la que podría conseguirse de los especialistas de planificación urbana o los monopolios.

¿Como tomar este asunto sin bandearse para la nostalgia o la celebración de todo lo nuevo?

Cada vez que este capital social se destruye, decía Jacobs, cualquiera que sea la causa, los beneficios desaparecen para no volver jamás, a menos que nuevos capitales sociales sean lentamente acumulados.

Las ideas de Jacobs, plasmadas en "The Death and Life of Great American Cities", fruto de su experiencia en el Greenwich Village de los 50s, hoy nos pueden resultar nostalgiosas y hasta patéticas para algunos, en una época en la que hemos naturalizado la casi extinción de estas formaciones sociales.

Sin embargo no todo es como se ve a simple vista y sus postulados antiplanificadores bien valdría empezar a considerarlos seriamente.

A ver: se me ocurre un ejemplo con los almacenes de barrio. Estaqueados a mínimas ganancias por el dumping de las cadenas del tipo DIA y los grandes supermercados chinos y europeos, muchos almaceneros bajaron las persianas, con la consecuente disminución de sus propias inversiones dentro del barrio mismo.

Dejaron de hacer pequeñas reparaciones de electricidad y albañilería, terminaron su participación en organizaciones intermedias como el club del barrio o la cooperadora y optaron por migrar a nuevas fuentes de recursos que indefectiblemente se caracterizaban por no reinvertir en el barrio. De algún modo el capital social del barrio se oxidó, las relaciones fueron mas lábiles y sobre todo más pobres.

Conclusión: menos capital social, menos capital económico.

Una década después de Jacobs, Ulf Hannerz, un antropólogo sueco, estudió los barrios pobres de las zonas urbanas y se refirió al capital social como los recursos que surgen del favorecer a amigos y conocidos para hacer frente a la pobreza. ("Soulside: Inquiries into ghetto, culture and community". New York: Columbia).

El asunto en realidad venía de antes, "capital" se usa desde el 1600 como aquello que es subencionado por el Rey, la cabeza o capita.

Para Carlos Marx el capital es la realidad relacional, en la que se apoyan el resto de las experiencias y tensiones sensibles.

Ya en el siglo XX Hanifan, en 1916 hablará de los “Community Center” y la Royal Comission on Canada’s Economic Prospectives, de 1957, se referirá al “Housing and Social Capital”.

Pierre Bourdieu, para casi todos el “padre de la criatura”, recién en 1980 va a hablar de "capital social" como una distinción construida en un campo simbólico en “Le capital social: notes provisoires”.

Hay más definiciones: para Coleman el capital social se refiere a un recurso (“Foundations of Social Theory.” Cambridge, Mass.: Harvard University Press.), para Putman tiene que ver con la sociabilidad (“Making Democracy Work.” Princeton University Press, New Jersey), para Glenn Loury con la solidaridad, para Fukuyama con la confianza y para Burt con la mediación (“The Network Structure of Social Capital.” University of Chicago and European d’Administration d’Affairs).

Podemos trazar una especie de recorrido del concepto así:
Jane Jacobs (1961) > Ulf Hannerz (1969) > Glenn Loury (1977) > Bourdieu (1980) > Jim Coleman (1986) > Putnam (1993) > Burt (2000)

Hacer este punteo, totalmente provisorio, nos permite por un lado decir que "capital social" tiene tantos significados como autores y épocas y por otro detectar qué concepto fue relevante para cada bloque histórico.

Pero si nos apuran y tenemos que afirmar algo ahora, estaríamos de acuerdo en que el concepto de capital social agruparía varias cuestiones: las redes sociales y estructuras de apoyo, la participación comunitaria, política y el empowerment, la confianza en las personas e instituciones sociales, la gobernabilidad, la tolerancia a la diversidad, el altruismo, la filantropía, el trabajo voluntario, la integración social.

En fin, voy llegando a donde quería, a saber: proponer la idea de un tipo de capital social, pero que tenga que ver específicamente con los medios y las mediaciones, con los modos de influencia y sincronización de lo social, con la epidemia de memes y con los grandes medios como articuladores de creencias y voluntades, así como de los medios granulares, coloidales y fútiles que cada día dejan huellas más notorias en la red de creencias compartidas y no tanto en la cultura.

El capital comunicacional sería entonces este magma de conexiones y sentidos, de cuasi objetos y cuasi sujetos enredados, de materiales e historias materiales que habilitan prácticas comunicativas, un capital que como cualquier otro se puede desperdiciar, incrementar y que tiene sus lógicas internas.

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