Vidas perpendiculares II

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Marat de David "La muerte de Marat" fue pintada por Jacques-Louis David en 1793. Me intriga que la mitad superior del cuadro la ocupe un vacío parduzco. ¿Que clase de espacio puede representar esa sombra sobre un telón ciego?

En la mitad inferior se representa al diputado jacobino agonizante en el baño. ¿Porque está ahí?

Sabemos que vivía escribiendo, con casi todo el cuerpo sumergido en agua. Los médicos que se lo recomendaron lo hubieran matado con su técnica, si no hubiera sido por Carlota Corday. La girondina fue la mujer que entró con la carta que aún lleva en la mano y le dio muerte.

Ahora la calma y el vacío caracterizan le escena. Marat y el lugar están muertos, y nada nos mueve a la compasión, excepto el cuerpo de Marat. No sabemos realmente si agoniza o ya ha muerto, es indistinto. Se ha convertido en un héroe que ya no está ni estará. Toda decoración ha sido suprimida, así como toda alusión a un sonido o cualquier rastro de un mundo espacial vivido.

Estoy de acuerdo con lo que dice Sennet: cuerpo y espacio han sido completamente desagregados, no importa en que baño esté Marat, ni siquiera si se trata de un baño. Ya no volverá a sumergirse en la misma agua tibia y salada.

David declara que de ahora en más las técnicas de la representación se ven tan libres como los cuerpos móviles o movibles. También las otras técnicas: los ingenieros y los urbanistas tomarán debida nota. Pero no solo eso, quizás desde esta pintura y desde esta época el cuerpo ha quedado desamparado, en soledad y solamente podrá aspirar al confort.

No importa que el costo sea la guerra de Irak o la exclusión masiva de productores para sembrar soja.

Dos siglos después

autorretrato En este autorretrato, en cambio, se alude a otro cuerpo y otro lugar. Espejos, pantallas, ondas invisibles y sobre todo el espacio mismo en movimiento.

Veo las torres en Buenos Aires, veo los countries. Desde las ventanas mas altas veo abajo una manifestación contra Varig: la empresa no fue vaciada, siempre estuvo vacía.

Los manifestantes golpean los bombos y cortan el tránsito. Bailan. Sus cuerpos no pueden escapar tampoco a la geometría técnica, no pueden modelarda ni pueden pensarla. El hombre del ascensor solo puede entrar y salir, es como en el programa "bailando por un sueño".

Ascendiendo o descendiendo, patinando o danzando, no importa la dirección, sino el tiempo acotado, la lógica ciega del teclado y la voz sintética que indica el piso, o el producto.

Ya no hay historia, ni héroe, ni géneros, solo parte de un cuerpo partido entre el futuro y el pasado.

Escribo esto mientras se enfrían las 50 botellas de licor de peperina que acabamos de preparar con Nora.

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