Un barco se hundió hace más de 2100 años. ¿Quien se imaginaría que cuando encontraran sus restos cerca de la isla de Anticythère bautizarían el pequeño aparatejo ahí mezclado con ese nombre tan complicado?
Cosas del destino: saqueada por los romanos, perdida miles de años, una computadora de bronce sale a flote con nombre azaroso a principios del siglo XX, para terminar siendo una noticia más en el New York Times de la web.
Los investigadores británicos, griegos y estadounidenses que la radiografiaron explican en Nature que se trata de la primera calculadora analógica conocida de la historia.
Concienzudamente repusieron virtualmente las 82 piezas oxidadas reencontradas y las inscripciones que permitían comprender su funcionamiento. Esta calculadora astronómica podía sumar, restar, multiplicar y dividir, fijar las fases lunares, la posición de los planetas y predecir los eclipses de la Luna y del Sol.
Contenía 37 ruedas y el funcionamiento era más o menos así: por medio de una especie de palanca se ingresaba una fecha pasada o futura y el mecanismo calculaba la posición de los planetas, la luna, el sol y los posibles eclipses.
La intuición, un mecanismo por cierto mucho más primitivo que el de los griegos, fue lo que utilizamos hace poco con Raúl Drelichman para calcular el próximo boom digital, siguiendo los datos de que disponíamos de ICQ y YOUTUBE.
Movimos la palanca y así llegamos a la conclusión de que el próximo meganegocio para y por adolescentes del futuro (quizás tengan 10 años ahora) se venderá o comprará a Google en 8.000 millones de dólares, en un plazo que no superará los 3 meses desde su puesta en red y que tratará básicamente sobre la ubicación topológica de dispositivos que emitan radiofrecuencias.
Posiblemente sea una aplicación web 3.0, se llame algo así como TIT ("that is there") y lo mas importante: nadie la encontrará en ningún lado luego, porque va a estar en todos lados, viralmente autoorganizada.
No habrá naufragio para TIT, quizás.
Veremos.
Veremos?
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