Estética III

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Rirkrit.jpgRirkrit Tiravanija nació en 1961 en Buenos Aires, Argentina, pero parece que este lastre no lo demoró mucho.

Constituido en uno de los representantes de lo que Nicolas Bourriaud bautizó "estética relacional" o "arte social", como criterio de lectura de cierto género de instalaciones, vive un poco en Nueva York y un poco en Tailandia o vaya a saber donde. No son esos los espacios que lo preocupan.

El arte ahora ocupa, para esta generación de artistas, intersticios en el que nuestra forma de vivir el mundo es traducida al lenguaje de la duda. ¿Somos como esa sopa en sobrecito, como esos panqueques rodeados de libros, como ese zorro encerrado días y días en una galería de arte?

Para el artista relacional no es la imagen lo que habría que representar o reconstruir, sino la relación real entre nosotros.

Para Tiravanija la gente sabe cómo relacionarse. Las obras hablan por sí mismas, sin necesadad de saber cómo relacionarse con el "Arte". Una obra relacional trata acerca de estar dentro de una estructura experiencial, tanto solos como compartiéndola con alguien, pero un "estar" que pone en suspenso "las formas de estar", las formas de vivir, las costumbres.

Como Disneylandia, donde los dibujos animados la captan mejor que en la realidad de la empresa, la comunicación desplaza ahora los contactos humanos reales a espacios controlados, donde se venden modos como prepizzas.

Como sucedió con los baños públicos romanos, que derivaron ciertos desechos antes callejeros por canales estatales subterráneos, ahora los medios de comunicación aspiran a limpiar el ambiente de ciertas impurezas conversacionales, cierta molesta sobremesa en la que nadie puede asegurar de que se va a hablar realmente.

La proliferación exponencial de estos espacios reduce al sujeto moderno aun consumidor de espectáculos y aun más: somos "figurantes" condenados a recibir informaciones truncadas de la democracia televisiva.

Nuevos espaciotiempos de la sociedad ficcional: un café en Starbuck no es lo mismo que en el café de la esquina.

EL lazo social convertido en standar, en solar, en trayectoria previsible. Esta es la cuestión.

Este es el interticio para el arte; donde las relaciones humanas vividas modernamente, en el infinito del espejo desde el Renacimiento: primero se veía a dios, luego los objetos, ahora propone Bourriaud, el arte se ocupa de modos de encontrarse y crear relaciones.

La estética relacional propuso un regreso a la proximidad, al juego. Conexiones, citas, encuentros amistosos, contratos, colaboraciones, relaciones profesionales o la galería misma funcionan como formas descarnadas, espaciotiempos de intercambios alternativos, prototipos donde el artista no sabe que va a suceder, sino que define recorridos alternativos.

Los mundos fabricados por los artistas relacionales contienen objetos que funcionan como parte de un lenguaje. Un objeto es de alguna manera tan inmaterial como una llamada de teléfono, como un email, porque son efectos de relaciones humanas y maquinales.

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