Tribunales

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tribuna.jpgHoy anduve dos horas dando vueltas por los Tribunales, adentro, afuera, arriba, abajo,
buscando donde conseguir un certificado.

Claro que buena parte de esas dos horas me las pasé esperando en la cola de un edificio que está justo enfrente, algo así como un registro de "reincidentes", adonde alguien de "informes" me había sugerido ir.

Ahí, donde los reincidentes, cuando me atendieron, después de recorrer varias vueltas de la fila, me preguntaron por mi "causa"; cuando le dije que no tenia ninguna la recepcionista pensó que me le burlaba: era insólito que alguien no tuviera una "causa".

Por fin, pensé, alguien que respeta a Kant.

El asunto es que la policía me devolvió a la Libertad, mejor dicho a Talcahuano 550, pero adonde conseguir el certificado seguía siendo una incógnita.

Ya eran mas de las 11 de la mañana...

Junté coraje y en vez de recurrir a los de informes le pregunté a una señora que pasaba cargando un kilo de papeles sueltos: "allá al fondo, ascensor tal, subsuelo tal" me contestó, mientras trataba de rascarse la nariz con una de las puntas de papel sueltas.

Hasta allí fui, escuchando el eco de mis pasos, dado que por ser feria judicial el edificio estaba todo vacío.

Efectivamente el lugar existe, es una habitación amplia, helada, oscura, con grandes mesas donde gente para mí extraña revisa afanosamente carpetas amarillas y donde uno se puede enterar que es el 25 de julio de ningún año, en un almanaque de madera colgado sobre la pared despintada.

Ninguna señaletica ni cartelito a mano predecía que ese pudiera ser el lugar buscado.

Lo importante es que había llegado, pensé, y me puse como todos en una larga hilera de los que esperaban para sacar un número.

La experiencia era fascinante, kafkiana realmente.

Lo primero es que te atienden para darte un papel y pedirte una estampilla, un timbrado.

Luego de que te dan esa planilla tenés que hacer la misma cola para poder usar una máquina de escribir que han puesto en una de las mesas bien lejos del mostrador y que tiene las letras cambiadas ("tenga cuidado que la i es la t!" se avisan unos a otros).

Cuando venís de comprar la estampilla escuchas: "solo aceptamos planillas completadas con maquina de escribir" dicho por el hombre del mostrador, y por lo que veo todos le han hecho caso.

La poca iluminación resalta las peladas, los trajes desgastados, las arrugas de las señoras, los dedos de fumador de los personajes que esperan y esperan, como uno, volver a ser atendidos.

Finalmente usaste la máquina, pegaste la estampilla y entregás la planilla y por supuesto tenés que volver a hacer la cola en la máquina de escribir, porque pusiste "Capital Federal" pero no "Argentina" o viceversa o tendrías que haber puesto Banco Antón Perulero filial Argentina, no, simplemente Anton Perulero....o... algo encuentran siempre y te reenvían a la dichosa máquina de las letras cambiadas.

Otra vez la cola, otra vez acordarse las letras que están alteradas y distraerse viendo la gente hurgando en las carpetas amarillas.

"No haga la cola de vuelta", nos dicen a todos los que somos reenviados desde la máquina infernal, entonces se va formando otra fila de los que ya no tenemos que hacerlo, porque pasamos dos veces por la máquina de escribir y hemos adquirido algunos derechos.

En definitiva, una experiencia maravillosa, arqueología social en estado puro, algo que no quiero que me vuela a pasar en mi vida.

La historia tuvo, después de todo, un final feliz, pero me quedé pensando como todas esas cosas habían ido a parar ahí, todas juntas.

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1 comentarios

Sencillamente: Gran post!

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