Cuando los psicofármacos III

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institucion.jpgAntes de comenzar a postear los datos recogidos en las entrevistas y registro de las 100 historias clínicas que utilicé para este ensayo, voy a tomar por un callejón que no me va a llevar a ningún lado, pero que me va a permitir ver como son mis propios pasos.

Se trata de elegir un comprimido y seguirlo, dibujando la traza que recorre, anotando todo lo que se presenta en su camino para transportarlo y finalmente hacer una composición de lugar.

El tema es candente por varios motivos: se venden toneladas de psicofármacos, se giran millones de dólares, cientos de barriadas son quemadas por el paco, los medios de comunicación tradicionales baten el parche con los recientes asesinatos vinculados con las mafias del narcotráfico... en fin, el asunto es de los que está en el tapete, al menos en Buenos Aires.

En esa línea estos días fui convocado a dar algunas conferencias y entre ellas una sobre "a-dicciones" en una escuela secundaria. Uno de los temas que intenté plantear, a pesar de algunas docentes que reclamaban una bajada moralista, fue la del estupefaciente "éxtasis", justamente como cuestión, como problema.

Uno de los actores del asunto del éxtasis es la efedrina, sustancia a partir de la cual es posible su síntesis. Pero no el único actor, por cierto.

Las regularidades, las leyes, las asociaciones sobre las que se sostienen los distintos cotidianos que nos atraviesan a todos también son "partícipes necesarios", pero de una "naturaleza" tan distinta a las cuestiones químicas o biológicas que terminamos por aislarlos unos de otros, de manera de no poder construir nunca una visión compleja del problema.

Dicho de otro modo: se nos dice que el problema de los psicofármacos es o biológico o social, pero nunca ambos a la vez.

Pero el sentido común y lo que se palpa es diferente. Por ejemplo: el 90 % de la efedrina circula ilegalmente. ¿Sería posible semejante puenteo sin múltiples cómplices? ¿O quizás la legalidad sea una forma de enmascarar y sacar de circuito a otros ilegalidades? ¿Acaso habría semejante despliegue si no fuera imperiosamente necesaria en los laboratorios? En fin, no es el tema de este posteo, pero en varios puntos de la cadena que menciono se asocian con la efedrina.

Esta se importa a la Argentina, pero nadie sabe, en la superficie, hacia donde va a parar realmente. Circula como un fluido, como un rumor, como una napa subterránea, aunque realmente es una especie de polvo grueso.

Para saber más habría que seguirla por los túneles de la política, por las mesadas de laboratorio, por las oficinas del centro, pero sobre todo por la red de celulares, por las autopistas, los satélites y los shoppings. "Ellos" dicen que no tienen nada que ver, que se trata de un problema "social".

¿Cómo reunir este colectivo? ¿Como redistribuir la palabra entre los médicos, los traficantes, los pacientes, los diseñadores gráficos, los agentes de propaganda médica, los comprimidos mismos, los formularios, las promociones, los blisters y demás actores aprendiendo y dudando de todos los portavoces? ¿Como redistribuir la capacidad de actuar de las asociaciones que establecen entre ellos mediante extensas redes semejantes a extensas "branas" sociales que se extienden a escala planetaria?

Quizás para "convocar" al colectivo, como dice Bruno Latour, ya no nos sirve hablar de "la naturaleza" por un lado y "la sociedad" por el otro, sino conocer si las proposiciones que componen el mundo en el que suceden las cosas que suceden están más o menos bien articuladas o no.

Volviendo a la efedrina, la mayor parte como decía arriba, la "ilegal" se la acumula en tachos, en galpones con carteles extraños, pero nunca está del todo ahí, alguien la ha movido antes que lleguemos a interrogarla. Cuando vuelve a hablar se ha convertido en éxtasis y lo sabemos porque el local donde se la puede conseguir lleva una enorme "X" en la puerta, no importa de que ciudad.

La efedrina es un síntoma de época: un precursor que se mueve aprovechando las corrientes del mercado, como esas golondrinas que viajan miles de kilómetros usando los vientos altos. Dicen que el precio del dolar, que las facilidades de los radares, que las cadenas de farmacias, pero por lo que sea ha aterrizado en Argentina y si se tira del piolín viene todo un colectivo bien llamativo.

Nadie sabe si ha sido rebajada, mezclada o purificada, pero acelera el pulso, aún cuando no se la consuma.

Precursor de la metanfetamina, precursor del éxtasis, precursor de una sensación subjetiva de apertura emocional e identificación afectiva con el otro.

Dije que es un precursor, pero la verdad es que todos los psicofármacos son precursores, todos desencadenan nuevas moléculas en la sangre y efectos relativamente previsibles y todos son desencadenados a su vez por otros precursores.

Cada uno vaya sacando sus conclusiones o preguntas, ahora sí voy a ponerme a dejar listo en la cocina los materiales del trabajo empírico, en un próximo posteo.

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