De las clases medias II

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Dicen que desde el club Victoriano Arenas se ve un espectáculo, pero no precisamente deportivo. El club está ubicado en una extraña península, sobre el riacho más contaminado del mundo y podría albergar a 2000 simpatizantes si pudieran llegar hasta sus gradas.

Decía yo que desde esa cancha puede verse una representación, un desfile difícil de creer: enfrente, desde un extremo de un asentamiento van ingresando autos, quizás robados, que van siendo desguazados en un lento recorrido que los lleva al riachuelo, en el otro borde, adonde ya no queda lugar adonde arrojar los restos para que se oxiden.

Es, paradójicamente, la forma invertida en la que se ensamblan los autos que usará la clase media: por la puerta de la fábrica van ingresando unas partes que se convertirán en un todo de cuatro ruedas luego.

Estos días, lo de las decenas de camionetas hummer de millonarios que las adquirieron sin pagar los impuestos es solo un muestra de lo que quiero expresar: mientras enjambres de tontos salimos todos los días a ver como pagamos valores agregados, tributos, patentes y los honorarios de los gestores que puedan mantener todo ese fárrago al día, los aprendices de psicópatas se saltean todas las reglas y las costumbres.

Vaya, todos terminamos pagando por eso.

Estos pudientes argentinos de autos lujosos adoran dos cosas: salir en TV y que le suspendan toda suspensión de los placeres. Con celulares en una mano conseguirán lo que sea sin sacrificio y si es necesario con un caño en la otra mano también.

Trabajan desguazando reglas, mandando al fondo del río las ilusiones de la clase media.

Las clases medias nos enojamos porque no se cumplen las reglas. Pedimos justicia. "Justicia justicia!!" decimos en el noticiero.

clasemedia.jpg Ya nos han metido la culpa de que los cartoneros, de que los desocupados, de que los pobres, cuando lo único que hacemos es salir a trabajar de la mañana a la noche.

Muchos propietarios de estas camionetas millonarias usufructúan lo que pueden y lo que no también. Tienen las riendas bien agarradas: leyes de propiedad y de herencia, construcción de imaginarios de consumo y sobre todo la desarticulación de cualquier acuerdo interno a la clase media. De un lado la producción necesidades, del otro lado su destrucción y en el medio, pagando los costos, la clase media.

Nada de organizarse, para eso ya está Carrió. Nada de quejarse, para eso ya está Blumberg, nada de convertirse en autoridad que para eso ya hay gente capaz, formada en el exterior.

Y de eso se trata este verano y los que vendrán: gracias la inexistencia de un partido de las clases medias, (el nuevo sujeto hegemónico mundial, según acabo de escuchar a Juan José Sebreli en un reportaje), la indefensión es convertida sutilmente en diversión y consumo.

Se nos pide que no reaccionemos cuando nos apunta un ladrón con un arma, o cuando nos clavan el cuchillo de las "crisis económicas" en las que siempre otros ganan.

Mientras, como premio, se nos envía a las playas y cordilleras turísticas a aplacarnos, en arenas o piedras donde la diversión está garantizada a cambio de entregar el propio tiempo a la máquina del consumo.

Pero el entorno es uno solo y la cantidad de sacrificio y placeres constante. Alguien deberá pagar la fiesta.

Generalmente todos vuelven desanimados: las vacaciones no serán nunca ni tan eróticas, ni tan tranquilas, ni tan emocionantes como se deseaba y el pago será otra vez muy alto.

Un amigo se ha comprado y pagado un Ford cero Km, pero se lo darán en 9 meses, con suerte. A otro se lo robaron la semana pasada y debe ir a buscarlo a un villa en San Miguel, pero no hay policías que lo acompañen.

Que se jodan por vivir en una nube, piensan en desde los bordes del arco social.

Yo quisiera ver desde el arco de Victoriano Arenas o desde esos edificios vidriados tan altos cerca del río.

De organizarse? ni hablar.

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