Quizás Mario Bunge tenga algo de razón cuando dice que Argentina no va a ninguna parte: a mi me gustaría decir que no viene de ninguna parte.
Al menos esta es una idea que se podría sacar de este libro-recopilación de Armando Zarate.
Es que cuando Argentina se estaba constituyendo como nación existieron proyectos más o menos auto generados, emergentes o propios del lugar como el de Dorrego o el de Quiroga y otros que, a la postre, fueron los que se impusieron desde afuera, que resultaron ser copias berretas, traducciones desde el ingles de las principales leyes y estatutos empresariales, chupadas de medias para que los hijos y los nietos la pasaran bien administrando pobreza de sus vecinos.
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